El derecho a la ciudad de Barcelona

Mariela Iglesias Costa

Ángela García Bernardos

Joan M. Gual

Observatorio Metropolitano de Barcelona

 

Barcelona tal vez sea una de las ciudades más autoreflexivas que exista si nos guiamos por la cantidad de textos, discursos y pensamientos que se generan a su alrededor. Para quien no vive aquí y no está obsesionado con lo urbano el tema puede volverse realmente inabarcable. En cada nuevo ciclo y contexto, defensores y detractores de proyectos giran por las mesas y las conferencias de la ciudad. En muchos casos el llamado modelo Barcelona se niega como tal, pero sin lugar a dudas aparece como símbolo legítimo de una manera de entender el hacer ciudad en Barcelona, y a través de este mecanismo queda resguardado, conteniendo los límites del propio debate.

El  ejercicio del derecho a la ciudad como proyecto político, lejos de ser una abstracción, es un reclamo de la vida urbana con el fin de satisfacer toda la variedad de valores de uso. En este sentido conocer el contexto y las fuerzas a las que se enfrenta resulta imprescindible. También la dimensión discursiva como un espacio de lucha adquiere sentido político transformador para vincularse con la materialidad de los diferentes proyectos políticos en el territorio. De esta manera, el entender, decir y hacer son el resultado de una construcción permanente que contiene en sí misma la posibilidad real, aunque a veces silenciosa y desaprovechada, de la disputa y el conflicto.

Se dice que definir el problema es una parte importantísima de hacer política. ¿Pero se hace realmente? ¿Hasta qué punto ese espacio simbólico (y fundamental) también está siendo dominado por el discurso oficial? ¿Lo conocemos realmente como para sortear las respuestas puramente reactivas? ¿Desde dónde aparecen justificadas las estrategias que se desarrollan, cómo se integran las diferentes decisiones que se toman? ¿Cómo y con qué formas institucionales se materializan y encuentran continuidad? ¿Bajo qué alianzas? Y finalmente, ¿quiénes ganan y pierden con todo esto? Responder estas preguntas podría ayudar a identificar los propios límites de este modelo y por otro lado, comenzar un camino que lo desborde.

 

La ciudad hoy sigue siendo un espacio en disputa y no alcanza con decir que Barcelona está siendo una forma del despliegue neoliberal dentro del capitalismo financiero globalizado, sino que es necesario conocer la forma en que se justifica, las estrategias que impulsa y los mecanismos que se instalan para desarrollarlas. Nuestra intención aquí es plantear un esbozo de algunos elementos clave de las políticas y acciones que están definiendo el actual “modelo Barcelona” y que, aunque no son nuevos, sí que se profundizan bajo un argumento de posicionamiento internacional y crecimiento económico pero que en la realidad están allanando el camino para la apropiación de una riqueza  producida socialmente por parte de una elite, sin viso alguno de redistribución.  

Estrategias: El camino hacia la internalización, la entrada de inversión y capital extranjero

Una definición de estrategia es aquella que dice que se trata de acciones planificadas sistemáticamente en el tiempo que se llevan a cabo para lograr un determinado fin o misión. En los procesos de creación de agenda pública pueden influir muchos factores y rara vez la primera definición del problema es la que termina aplicándose. En el caso del actual gobierno de la ciudad y pese a gobernar en minoría, con los reveses que eso supone a cualquier gestión, sí que han logrado instalar ciertas orientaciones de políticas. Se enuncia poco y sin mucho ruido, pero se consigue posicionar términos que orientan los caminos a seguir que por otra parte, no son nuevos pero suponen una agudización de tendencias. En este sentido tomamos tres estrategias que creemos sintetizan un paradigma que no se cuestiona un cambio de rumbo pese a los límites que representa.

 - Branding: ¿De “Modelo” a “Marca”?

En los discursos oficiales Barcelona solía aparecer como un modelo a extender, vender, justificar y profundizar pero desde hace algún tiempo se habla sin complejos de la marca Barcelona.  Como si la ciudad se hubiera esfumado con sus complejidades y conflictos tras una abstracción despolitizada, lo que realmente importa ahora es aprovechar esta buena imagen de venta.  La fuerte incorporación de políticas inspiradas en la administración de una imagen introduce maneras de hacer que poco tienen que ver con la generación de bienestar y de impactos positivos en la heterogeneidad de situaciones de una mayoría de sectores  cada vez más desfavorecidos. Si el objetivo es “promocionar” la ciudad, la política pública y la política urbana como herramienta de transformación dejan de ser importantes. En cambio, adquiere protagonismo la mirada del marketing que tiñe de aparente vacío ideológico a las estrategias de la ciudad. Si lo que se cuida es la imagen, no sorprende que los proyectos saquen brillo sobre lo brillante y maquillen para mostrar una ciudad  bonita, confortable, sin fisuras. En definitiva, una ciudad “photoshopeada”.

En el 2004 el libro Barcelona Marca registrada ya explicaba  que la creación de una marca delimita y define simbólicamente a Barcelona como un producto-mercancía. Y lo hace desde una visión exclusivamente de venta, muy diferente a la complejidad de una visión económica, por cierto.  Las ciudades son espacios de producción y de consumo y en este sentido productos económicos, pero no son sólo esto. También son espacios de organización social, de conflicto, de vida cotidiana, de cuidados, de memoria y de afectividad. Cuando se enuncia frívolamente que se trata de un lugar “atractivo, creativo e innovador”, se hacen invisibles las historias y las luchas que la hicieron y la hacen posible.

-  Turismo: El monocultivo urbano

El papel del turismo en la economía urbana en general y en particular en Barcelona está siendo cada vez mayor. Organización de eventos, congresos, ferias, cruceros, contabilización de pernoctaciones, pisos turísticos, hoteles, turismo de masas, un renovado esfuerzo por asociar Barcelona al turismo de lujo (Boda Mittal, Port Vell) y más. Vivimos entre estos temas y se enuncian como el logro de Barcelona. El éxito turístico de la ciudad es indudable y se habla de él como la nueva industria de la ciudad, gracias a la cual la crisis no fue peor. Pero lejos de ser equilibrado y distribuido en el territorio, la concentración de crecientes volúmenes de personas lo convierte en un conflicto, en la vivencia cotidiana de la privación del uso del espacio público para quienes vivimos en la ciudad y en una priorización de objetivos que nos dejan fuera.

Como si fuera petróleo que sale de las calles de la ciudad y del que hay que apropiarse rápidamente, la política pública del turismo en Barcelona se ejerce desde una visión puramente extractiva. Promocionar es la regla, pero poco se gestiona y planifica sobre sus consecuencias. Por ejemplo la recaptación de la tasa turística que fue aprobada en el año 2012 y grava la estancia de los visitantes, se reinvierte básicamente en imagen, infraestructura y servicios turísticos, es decir, en el propio sector. Un dato que puede llegar a explicarlo, es que Turisme de Barcelona, el ente que gestiona la política de turismo en la ciudad, pese a ser un consorcio público, con las competencias propias de la administración, está dirigido por una  mayoría privada que representa los intereses del mercado turístico y hotelero. Lo paradójico es que el órgano que decide qué cambios y políticas desplegar funciona de hecho como un lobby cuya  composición 51(privado)-49 (público) tal vez explica la visión cortoplacista que desarrolla.

- Smart City: Verde no, monopólica sí.

La última gran fórmula mágica es la tan nombrada Smart City. Como si todo lo anterior hubiera sido estupidez, la nueva ciudad inteligente funciona como una combinación edulcorada de la fascinación tecnológica y cierta preocupación por lo “verde”. No obstante sus enunciados, poco plantea acerca de un cambio de valores hacia un compromiso responsable y real con el medio ambiente.  En lugar de una movilidad basada en el transporte público, se obsesiona por el desarrollo del coche eléctrico, manteniendo un modelo individualista y privado de movilidad.  Tampoco se interesa mucho en los temas de fractura digital, más bien la potencia a partir de facilitar la apertura de nuevos mercados cautivos a grandes grupos y monopolios de la comunicación que ofrecen desarrollar dispositivos “gratuitamente” al principio, de los que seguramente obtendrán información para instalarse como proveedores monopólicos de servicios públicos en una segunda etapa.

Actores,  alianzas e instrumentos: los lobbies que logran instalarse dentro de lo público

Pero la pregunta es quiénes ganan con este modelo, ¿quién lo compra?; ¿quién lo vende? En estos procesos la idea de ganadores y perdedores se borra tras lenguajes importados pero eso no significa que no haya un “target” definido y grandes (y poderosos también) beneficiados con estas políticas. Tras estas estrategias existe la obsesión de la internacionalización de la ciudad:  atraer lo global en formato de empresas, consumidores, eventos o habitantes con alto poder adquisitivo. Una ciudad para una clase global de alto standing que se traduce en elitización. De allí las huellas que deja en presupuestos que invierten en donde no es necesario (Paseo de Gracia, puertos de lujo, etc.) y quita inversión de los barrios más desfavorecidos. De allí las ayudas que, aunque en las cifras se mantienen o suben, se reparten de forma más regresiva en plena crisis y contribuyen a sostener la polarización creciente. Tampoco quedan fuera de esta lógica los programas “Tax Free” para empresas; la introducción del “emprendedurismo” en lugar de la cooperación o la modificación del Plà de Usos de Ciutat Vella, al mismo tiempo que aumentan las multas a la cualquier vivencia de la ciudad que no se ajuste al consumo.  De esta forma el constituirse como una ciudad Business Friendly y atractiva para el turismo está implicando también la profundización de un modelo sin redistribución de la riqueza generada. El intento fracasado de atraer a Eurovegas y su posterior sustitución por Barcelona World, configuran un ejemplo importante de una fiscalidad dispuesta a favorecer las rentas empresariales (y, en este caso, a continuar con el ciclo inmobiliario). Los diferentes posicionamientos en favor de privilegiar fiscalmente a las empresas que se instalen en Barcelona apuntan hacia una profundización neoliberal de la gestión de la ciudad y se traduce  en un mayor empeoramiento de la calidad del welfare metropolitano.

Por otro lado, las decisiones que va tomando el actual gobierno de Xavier Trias dicen bastante de quienes son sus principales aliados en el desarrollo de su gestión ya que los principales acuerdos los ha obtenido con el apoyo del PP, entre ellos la modificación del Pla de Usos de Ciutat Vella, ante el cual, obviamente, el Gremio de Hoteleros se ha mostrado públicamente satisfecho y conforme con el levantamiento de las restricciones para más instalaciones hoteleras en el distrito.

Para entender el cómo sucede tal vez tengamos que recordar que desde la candidatura de los Juegos Olímpicos del 92, el modelo de gobernanza que ha caracterizado a la ciudad de Barcelona es el de la colaboración público privada, con hoy 48 empresas que toman diferentes formas. Una de las principales, el consorci. A través de los consorcios, el sector público y el sector privado conforman una alianza para desarrollar una empresa o tarea concreta.  Pero más allá de la expansión de este instrumento de colaboración, es importante señalar que inicialmente dominaba el liderazgo público, mientras que ahora está siendo cedido, traspasando estructuras y recursos públicos,  a dominio e intereses privados. De este modo asistimos a una nueva etapa de proliferación de instrumentos que permiten la instalación de grupos e intereses privados dentro de lo público.

Dentro de este marco de “más privado y menos público”, el último plan estratégico metropolitano también pone en el centro de su diagnóstico la pérdida relativa de influencia de la ciudad de Barcelona a nivel global y la necesidad de crear instituciones que puedan contrarrestar este declive. Cobra sentido así la conformación e influencia que está teniendo el lobby Barcelona Global, donde se asocian las principales empresas de Barcelona y Cataluña para influir en la agenda económica local, pero no sólo.  Barcelona Global toma la forma de otros lobbies como Partners from New York, London First, Porvenir Suïsse, y no acepta estatutariamente fondos públicos (para eso ya está su partner municipal Barcelona Growth). En este momento Barcelona Global es una de las “entidades” encargadas de “proteger” el buen uso de la marca Barcelona. El fomento de la marca es una de las tareas de Barcelona Growth, una agencia de titularidad pública privada donde participa gran parte de los asociados de Barcelona Global. El objetivo de Barcelona Growth es hacer cumplir las medidas elaboradas en el programa del Ayuntamiento “Barcelona Crecimiento” aunque básicamente promueve la fiscalidad cero para las empresas que se instalen en Barcelona.  Hay otros organismos que también comparten estos objetivos desde diversos formatos y esferas: Agència de Promoció económica de La Generalitat, Cambra de Comerç, Turisme de Barcelona, Fira de Barcelona, Gremi d’Hoteler.

Al conjunto de las Economic Missions, las Ferias Internacionales y la multiplicación de eventos se suman campañas del tipo de “Barcelona Inspires” o “Capital City”, y ganan influencia los grupos de expertos de las escuelas de negocios como ESADE  y IESE, centros que suelen manejar un discurso anti-financiación público pero que no se niegan a recibirlos, y de los que, por otra parte, egresaron muchos de los cargos de CIU.

Ante este escenario, las tendencias llevan a pensar en una fractura social creciente. Son muchos los datos e indicadores que la están evidenciando y no es nuestro objetivo  desarrollarlos aquí, pero dentro de este marco de interpretación podría suponerse como el precio a pagar por una internacionalización que luego se volverá mejora general.  Sin embargo, aquí el discurso choca con sus propios límites. Es que en términos capitalistas, y pese a todas estas acciones público-privadas hacia la internacionalización, Barcelona sigue siendo una ciudad de segunda línea. Por lo tanto, toca desarmar como opción realista de modelo de ciudad el escalar posiciones en el ranking de ciudades globales y luchar contra lo que en realidad es, un juego de favorecimiento de posición de las élites metropolitanas en el mercado global en detrimento de toda la población.  

Mariela Iglesias, Ángela Garcia Bernardos, Joan M. Gual
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